Es difícil ser periodista hoy en día. No sólo en el aspecto laboral, precario y de supervivencia extrema – que deberían montar con nosotros un realty show de Discovery Max o algo – sino en el aspecto de la más pura y simple vergüenza ajena. Bastantes malos tragos me cuesta admitir que pertenezco a la profesión, primero, y de que estoy técnicamente en paro, acto seguido. Sobre todo entre compañeros que sí trabajan en medios, por las miradas de conmiseración y miedo – virgencita, virgencita, que me quede como estoy, aunque tenga las posaderas como un bebedero de patos, para no terminar como éste desgraciado –.
Se trata de que me está empezando a dar asco lo que normalmente debería despertarme pasión. La vergonzante campaña publicitaria llevada a cabo por el Banco Santander en TODAS las principales cabeceras tradicionales españolas – los de la tasa Google, curiosamente, que esa es otra – manda un claro mensaje a los periodistas y a los ciudadanos. A los periodistas: dan igual vuestras luchas por la dignidad profesional, por el #periodigno, vuestros manifiestos, huelgas – a destiempo – y todos vuestro rechinar de dientes. En los medios… manda el que paga, tanto si os parece bien como si no. Ha sido así siempre pero ahora… más. Si no os gusta, ahí tenéis la puerta, que hay muchos esperando en la cola del paro.
Y a los ciudadanos: antes los sospechábais, pero ahora ni siquiera tratamos de esconderlo, las noticias dan igual, la libertad da igual, la cacareada Ley Mordaza y lo que supone para vuestro hipotético sistema democrático también da igual. Aquí lo que importa es mantener contento al del dinero, agrandar la brecha social no es cosa que nos angustie. Lo importante es el dinero. Y eso de la legitimidad del periodismo, la credibilidad, el referente para construir una sociedad sólida y libre. Eso nos lo pasamos por el forro. Hasta lo ponemos en portada.